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miércoles, 12 de enero de 2011

Análisis y comentario de los poemas de Cernuda del recital

ANÁLISIS DE LOS POEMAS DE CERNUDA PARA EL RECITAL

Unos cuerpos son como flores,
Otros como puñales,
Otros como cintas de agua;
Pero todos, temprano o tarde,
Serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
Convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un hombre.
Pero el hombre se agita en todas direcciones,
Sueña con libertades, compite con el viento,
Hasta que un día la quemadura se borra,
Volviendo a ser piedra en el camino de nadie.
Yo, que no soy piedra, sino camino
Que cruzan al pasar los pies desnudos,
Muero de amor por todos ellos;
Les doy mi cuerpo para que lo pisen,
Aunque les lleve a una ambición o a una nube,
Sin que ninguno comprenda
Que ambiciones o nubes
No valen un amor que se entrega.

“UNOS CUERPOS SON COMO FLORES”

Todo el poema se interpreta a partir de una palabra clave: la insatisfacción del deseo. Esos cuerpos, en el ciclo que siguen, no llegan a producir la plenitud del yo poético que los recibe. Cuando dice “les doy mi cuerpo para que lo pisen”, esa entrega es casi mesiática: “Entregar el cuerpo para esos hombres”. El poema concluye con un tono de frustración. El poeta ha hecho hincapié en el tema de la insatisfacción.

Análisis versos 1-10: 1ª parte del poema

Esos cuerpos se refieren al objeto amado y la palabra “flores” remite a la brevedad de ese placer, mientras que la palabra “puñales” hace referencia a la insatisfacción. Primero se nos enuncian los elementos eróticos del deseo y luego nos apunta el dominador común: todos con el tiempo han de pasar un ciclo. “La piedra” refleja la ausencia de amor (el que no ama es en realidad una piedra). Ser piedra en el camino de nadie supone la anulación del ser, la muerte en vida.
En toda esta primera parte hallamos ese ciclo que conduce a la insatisfacción del hombre por no ser fiel a esa pasión, a ese “fuego” que lo anima.

Versos 11-18 . 2ª parte

La presencia del “yo” se opone a la indeterminación de esos hombres. Él ha hablado de un ciclo, el ciclo de los hombres, sólo si alguien es “camino” posibilita que los otros se realicen amorosamente. El poeta no muere por el “tú”, como en otros poemas, sino “por todos ellos”, como una especie de mesías. El poeta necesita ser redentor de esos hombres que no pueden exteriorizar su amor y mediante esa entrega personal podrán exteriorizarlo. Pero esa entrega produce dolor. Esas “ambiciones o nubes” crean una imagen de autoengaño de esos cuerpos que no pueden sentir el amor. Es importante el tema de la entrega, que supone casi la aniquilación del ser (“pisen”). De esa entrega absoluta deriva la incomprensión. El poeta se entrega para redimir a esos hombres que no son capaces de mostrar su amor, pero esa entrega tampoco es comprendida. El tema del poema sería la insatisfacción del deseo y la frustración que conlleva.
El tema del deseo es uno de los grandes temas cernudianos.









Te quiero.
Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;

Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.

“TE QUIERO”

En este poema observamos que ha desaparecido el tono de frustración existencial a partir de una experiencia amorosa de otros poemas y observamos un ansia de gozar los placeres del amor.

1ª parte: 1r verso

Al decir “Te quiero” significa que se va a registrar un tono dialógico. Cada una de las repeticiones de “Te quiero” son la explicitación de esa afirmación de la primera estrofa. El afán de todo el poema es describir y dar expresión a ese “te quiero”.

2ª parte. Vs. 2-18

El viento, el sol, las nubes, el agua son cinco elementos naturales y son el instrumento perfecto para que el poeta pueda trasladar el sentimiento amoroso de manera cósmica. “El sol” supone la intensidad del amor, “las nubes” representan esas sombras que pueden situarse en la relación amorosa y “el viento” la fugacidad del amor. Estos cinco elementos están estructurados a partir del paralelismo sintáctico, pero observamos un cambio en la 5ª estrofa. Aparecen  tres elementos: el miedo en la relación amorosa, la alegría del amor y la crisis amorosa, el hastío.  En el verso 14 introduce una palabra importante: “el agua”, afinando aún más la descripción de los elementos (el agua como símbolo de vida, pero también aparece una contraposición luz/sombra. Es el tránsito del deseo a la realidad: el agua es la vida que se lleva el amor). Ese “Te lo he dicho” insiste en la importancia de la palabra. Es importante marcar la presencia del adjetivo “terribles” aplicado a las palabras. Las palabras nos limitan, son como un cuchillo de doble filo, porque nunca expresan lo que queremos decir. Antes de llegar a la explicitación, ha mostrado el miedo, la alegría. Sólo al llegar al último verso de esta secuencia el poeta se permite cambiar la estructura. A partir de ese adjetivo está preparando ya el paso del deseo a la realidad, del amor al desamor, del miedo al hastío y a las terribles palabras.




3ª parte: Vs. 19-23

Si el poeta ha intentado dar forma a esa afirmación primera a lo largo de 18 versos, ahora el poeta relativiza lo anterior con la conjunción “pero”. Hasta ahora el poeta se ha servido de versos de 11 o 9 sílabas. Ahora, cuando llegamos a esta última estrofa, hallamos un cambio rítmico, de versos de arte mayor a menor. Este cambio tiene su significación. El poeta intenta acuñar la mayor síntesis expresiva al final del poema: “Pero así no me basta”. Introduce el concepto del “fervor”. El fervor necesita renovarse, y para ello necesita finalizar ese amor. Ese afán de autoaniquilación ha tenido distintas lecturas según diferentes críticos:
Una primera lectura, interpretaría que es el ansia de muerte para llegar a ese éxtasis: esa desaparición del yo permite la entrega amorosa, la pervivencia del amor.
Una segunda lectura indica que es la muerte del mismo deseo. Antes de llegar a la absoluta muerte del deseo, da la oportunidad de renovar ese deseo a través del olvido. El olvido, por lo tanto,  permite la renovación del deseo.
La naturaleza se expresa mejor que el hombre. El poeta ha pasado de ese “te quiero” (individualización del amor a través del tú) a la aniquilación de ese deseo, estableciendo una paradoja. El tema del amor / muerte tiene una tradición, pero él le da la originalidad de la paradoja final.

Donde habite el olvido

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

“DONDE HABITE EL OLVIDO”

El título está extraído a partir de un verso de Bécquer. El poeta da un nuevo giro a su poesía escribiendo un libro bajo este título. El romanticismo de Bécquer pasa por el cedazo del surrealismo con Cernuda. En este poema, como en el de Bécquer, se insiste en el motivo de la muerte. Pero en el poema de Cernuda el paisaje se ha despojado del ambiente romántico y el poeta establece una especie de monólogo interior.
Según Borges, “Sólo es nuestro lo que perdimos”, sólo lo que olvidamos es verdaderamente nuestro, porque no está sometido a la alarma del recordarlo. Primero necesitamos el recuerdo y luego el olvido. Un tercer paso sería el olvido del mismo olvido, y ésta es la forma que encuentra Cernuda. No es memoria como ansia de recuerdo, sino su olvido. Salinas dice: “Ha sido tan hermosa que no sufre recuerdo”.
Cada una de las secuencias de Cernuda están presididas por un “donde”, sin hallar la oración principal. La elipsis de esa oración estaría en el mismo proceso de intertextualidad: “allí estará mi tumba”, pero el poeta va más allá, en una escenificación del ansia de autoaniquilación. Bécquer situaba ese espacio en una tumba, mientras que Cernuda no ha querido concretizar ese espacio. El término “habitar” del título significa hacer nuestro un espacio. El poeta reflexiona aquí en la importancia de la memoria del olvido y cómo hay otras muertes: la física y la pérdida de la memoria, que es la muerte absoluta. Aparece un tono de desengaño de la experiencia amorosa que ha vivido el poeta.

1ª estrofa

En la primera estrofa se desarrolla un tópico romántico: la tumba abandonada. Esa “piedra” es la metonimia de la tumba, la inexpresividad total. Cernuda no sería “una piedra”, sino la “memoria de una piedra”. El paisaje inhóspito imposibilita la memoria. En esta primera secuencia el poeta escenifica la situación simbólica de esa “piedra”. El viento es quien circula por ese paisaje, trasunto del alma en pena. “Los insomnios”, son los insomnios de aquellos que habitan la imposibilidad del deseo.

2ª estrofa

Incide en la importancia de la memoria, mediante su opósito. Aparece una antropomorfización del tiempo (“en brazos de los siglos”). La negación “donde el deseo no exista” tiene como función subrayar la imposibilidad del mismo deseo.

3ª estrofa

Llegamos a una gradación ascendente, que encierra una contraposición: “el amor, ángel terrible”, “acero/ala”. Insiste en unir a la gracia erótico-amorosa el tormento que le acompaña.

4ª estrofa

Aparece una escala superior: la posesión. El amor intenta crear cercos para protegerse: “El amor significa desposeer al otro de su sombra”. El poeta muestra el carácter negativo del amor: la sumisión, la pérdida de identidad.

5ª y última estrofa

Se llega a la irrelevancia de todas las pasiones humanas, porque están sometidas a la relatividad del tiempo en que duran. El poeta recupera a partir del motivo del amor un ritmo descendente, asociando el amor a la ausencia. El poeta va al tiempo de la ignorancia de la niñez.
El poema termina con una mención a la niñez que nos conduce a los románticos: la exaltación de la niñez como el paraíso perdido por medio de la razón. A partir de la repetición del adverbio “allá” el poeta sujeta ese espacio que estaba ya implícito en “habite”. El ansia de fusión con lo absoluto es otro rasgo romántico.

Con este poema se inicia una clara declaración de principios: el tema del olvido y el deseo de autodestrucción por el desengaño amoroso.  El poema expresa el dolor por la infelicidad que le genera no poder realizar ese amor, no ser correspondido, mientras que el cuerpo lo encadena a deseos inalcanzables que mueren sin realizarse y cuya única esperanza es poder olvidarlos.

QUIERO, CON AFÁN SOÑOLIENTO…

Quiero, con afán soñoliento,
Gozar de la muerte más leve
Entre bosques y mares de escarcha,
Hecho aire que pasa y no sabe.

Quiero la muerte entre mis manos,
Fruto tan ceniciento y rápido,
Igual al cuerno frágil
De la luz cuando nace en el invierno.

Quiero beber al fin su lejana amargura;
Quiero escuchar su sueño con rumor de arpa
Mientras siento las venas que se enfrían,
Porque la frialdad tan sólo me consuela.

Voy a morir de un deseo,
Si un deseo sutil vale la muerte;
A vivir sin mí mismo de un deseo,
Sin despertar, sin acordarme,
Allá en la luna perdido entre su frío.

QUIERO, CON AFÁN SOÑOLIENTO…

En este poema el autor encara directamente el tema de la muerte. Es importante la presencia de manera anafórica en todo el poema del verbo volitivo “quiero”. El deseo vuelve a aparecer directamente, junto con la paradoja: “Quiero gozar de la muerte más leve”. La presencia del verbo “Quiero”, en 1ª persona, distinguiría la división del poema en dos partes, una del verso 1 al 12 y otra del verso 13 al 17.

Primera parte

El poema se inicia con la paradoja antes comentada. ¿Cómo puede ser leve la muerte? ¿Cómo se puede gozar de ella? Porque la destrucción del yo lírico supone la fusión con la naturaleza: “hecho aire que pasa” y, sobre todo “no sabe”, no razona, porque es naturaleza. “El bosque”, “el mar de escarcha”, son elementos positivos frente al hombre, siempre enfrentado consigo mismo.
En la segunda estrofa, vuelve a introducir la palabra “muerte”, pero como si él pudiera actuar sobre ella, moldearla, como los deseos. ¿Se está refiriendo a la muerte del deseo? Podría ser, al hablar de que es un fruto “ceniciento y rápido”, le está dando un valor de fugacidad y decadencia. 
En la tercera secuencia aparece un tono ascendente: primero “quiero gozar”, “quiero tener”, ahora “quiero beber” su “amargura”, es decir, el poeta desea saborear totalmente esa “muerte”, aunque su contacto sea amargo. En esta estrofa aparece una visión de la muerte física: “mientras siento las venas que se enfrían”. La frialdad, que supone la ausencia de amor, de vida, es un consuelo para él, ya que no le da ya más amargura.

Segunda parte

En esta estrofa rompe la anáfora del verbo “quiero”, que indica presente, el presente del deseo, para introducir una perífrasis que se proyecta sobre el futuro: “Voy a morir de un deseo”. Aquí ya vemos la relación directa entre la muerte y el deseo: es la muerte del deseo, aunque éste no sea realizable o correspondido. El deseo le hace olvidarse de su propia realidad y sumergirse en el sueño. El tema del sueño ya aparece en ese inicio “afán soñoliento”. Esa muerte parece una muerte física, pero esa muerte física le dará opción a convertirse en ese deseo para siempre, olvidándose de su “existencia real”. El poeta elige el deseo a la realidad, en ese conflicto que es el tema principal de su poesía. Ya no desea el olvido del deseo, sino la perpetuidad de él a través de la fusión con la naturaleza y perdiendo su identidad personal.

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